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Envejecimiento y bienestar


Una radiografía de las personas mayores
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Introducción

España es el cuarto país de la Unión Europea con mayor número de personas mayores, por detrás de Alemania, Francia e Italia1. En 2021, la esperanza de vida aumentó hasta los 83 años de media y alcanzó en mujeres los 85,8 años2. Por otro lado, el descenso de nacimientos que se observa desde finales de los años 1970 ha disminuido la población en edad reproductora3. La baja fecundidad, sumada al aumento de la longevidad, provocan que la pirámide poblacional se invierta, con menos jóvenes y más personas mayores.

Actualmente el 20,1 % de la población española tiene más de 65 años4, proporción que se sitúa ligeramente por debajo de la media europea (21,1 %), por detrás de países como Italia, Portugal y Finlandia, que encabezan la clasificación1,5. Este escenario demográfico se acentuará próximamente puesto que en 2023 cumplen 65 años los nacidos en 1958, considerados los primeros integrantes del baby boom español1. Aunque las migraciones compensan el crecimiento negativo de la población, si se mantienen las previsiones demográficas6, se prevé que en 2050 la población mayor de 65 años suponga un 30,4 % del total7.

El grupo de mayores incluye personas de varias generaciones con edades distribuidas en décadas distintas. Se trata de una población heterogénea y dinámica cuyas necesidades y capacidades cambian con el paso del tiempo8,9. Como las mujeres tienen mayor esperanza de vida, en la vejez superan en un 30,5 % a los hombres1,10.

La longevidad es un logro y una oportunidad, pero también es un reto. A nivel personal los mayores se enfrentan a dificultades como la pérdida de la autonomía personal, la soledad no deseada o la brecha digital. Para la sociedad también supone un desafío, ya que el envejecimiento conlleva un mayor uso de los sistemas sanitarios y los servicios sociales1. La meta no es solo vivir más años, sino hacerlo con salud y bienestar.

Envejecimiento saludable y activo

El envejecimiento es un proceso multidimensional, en el que influyen tanto la salud y el mantenimiento de la autonomía como factores sociales y psicológicos11.

Aunque hay distintas concepciones de lo que implica un envejecimiento exitoso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras organizaciones internacionales llevan décadas promoviendo el envejecimiento saludable y activo como vía para fomentar la salud y calidad de vida de las personas, así como disminuir el impacto del envejecimiento a nivel sociosanitario9,11. A continuación, se profundiza en algunos de los factores que influyen en el envejecimiento activo y saludable y que siguen representando un reto y una oportunidad para la sociedad actual.

Factores psicosociales

Edadismo

El edadismo es el conjunto de ideas e imágenes estereotipadas que derivan en prejuicios y discriminación hacia un colectivo por motivo de su edad12,13. Ignorar la heterogeneidad del grupo de personas mayores y equiparar edad avanzada con vulnerabilidad y dependencia altera la percepción del propio proceso de envejecimiento y supone un obstáculo para envejecer activamente, ya que este grupo de población puede percibirse como poco capaz y autoexcluirse14,15. Además, estas ideas intensifican la división entre generaciones16 y pueden ser un obstáculo para formular políticas exitosas9. Las creencias edadistas se reflejan en ocasiones en los medios de comunicación, donde además se utilizan términos peyorativos o impropios (viejos, abuelos, yayos) para referirse a este sector de la ciudadanía15,17.

En España, una cuarta parte de las personas mayores se sienten discriminadas debido a su edad18. Por ejemplo, afirman que es frecuente que el personal sanitario justifique dolencias como “cosas de la edad”18. Estos mismos prejuicios también afectan al propio paciente, que atribuye a la vejez síntomas tratables, como la fatiga, condición que puede deberse a insuficiencia cardiaca y otras patologías, y no buscan ayuda médica o no declaran estas dolencias19.

La pandemia de COVID-19 se presentó como un problema de la gente mayor. Por ejemplo, en Reino Unido y otros países, se propuso confinar solo a los mayores de 70 años16. Por su parte, en Estados Unidos se popularizó el hashtag #boomerremover, en alusión a la muerte de los integrantes de la generación del baby boom16,20. Estas creencias edadistas se remplazan por relaciones de solidaridad y afinidad cuando se piensa en personas mayores individuales en lugar de en términos generacionales. La comunidad experta indica que fomentar los contactos entre mayores y generaciones más jóvenes es un buen antídoto contra las tensiones intergeneracionales y el edadismo21.

Bienestar psicológico y emocional

Las personas mayores se enfrentan a cambios, pérdidas y una menor capacidad de adaptación ambiental, pero pueden mantener su calidad de vida si afrontan adecuadamente los cambios y compensan las pérdidas11. Si bien existe una enorme heterogeneidad psicológica entre individuos de edad avanzada, a lo largo de la vida pueden ganarse recursos protectores que permiten envejecer con resiliencia22,23. Algunos de ellos son el mejor control de las emociones, el optimismo, la autoestima, la experiencia en resolver problemas y la reorientación del sentido de la vida ante la consciencia del límite temporal22.

Existen evidencias que sugieren que el bienestar psicológico de los mayores, es decir, la evaluación sobre la satisfacción con su propia vida, sus estados de ánimo y el sentido que le dan a la vida, influyen en su salud y calidad de vida y viceversa: tener enfermedades crónicas se asocia con peores estados de ánimo y un menor sentido del propósito y a su vez un mayor bienestar psicológico se asocia con una mayor supervivencia24. En la misma línea, se ha observado que la satisfacción vital tiende a descender unos cuatro años antes del fallecimiento25,26. Otros estudios han revelado que los mayores con ganas de vivir son más resilientes y optimistas, además de sufrir menos depresión y tener una percepción más positiva de su envejecimiento27. También se ha encontrado correlación entre el bienestar psicológico y el funcionamiento cognitivo26,28.

Por otro lado, cuando la persona necesita cuidados, en ocasiones puede perder capacidades por desuso, no por falta de competencias29. La persona experimenta lo que se conoce como exceso de incapacidad, situación que puede reforzarse si se obtienen atenciones y respuestas positivas ante estas limitaciones. Estas capacidades pueden recuperarse con un ambiente estimulante que favorezca la mayor autonomía posible29.

Soledad no deseada

La soledad no deseada es un sentimiento subjetivo doloroso que resulta de la discrepancia entre las conexiones sociales deseadas y las reales30. Es una realidad relacionada con el aislamiento social, que es la situación objetiva de contar con mínimos contactos con otras personas, bien sean familiares o amigos31.

A lo largo de la vida, la soledad no deseada es más prevalente en adultos jóvenes y en las personas mayores32. Estas son más vulnerables, al estar más expuestas a cambios profundos en su estilo de vida y a acontecimientos vitales dolorosos33. Mientras que la población entre 65 y 74 años es la que menos sola se siente, a partir de los 75 años la incidencia aumenta al 12,2 %, y es mayor en mujeres que en hombres32.

Vivir solo no equivale a sufrir aislamiento social o soledad, pero sí puede facilitarlos si sobreviene una pérdida de autonomía, se encuentran barreras físicas en el hogar o no existe una red social y vecinal consolidada31. Se ha detectado que en España vivir solo es uno de los factores más correlacionados con la soledad no deseada en personas mayores33. Según datos del INE publicados en 2021, hay 4,8 millones de personas que viven solas, de las cuales el 43,6 % tienen más de 65 años, proporción que ha aumentado en un 6,1 % respecto a 201934. Es más frecuente que los hogares unipersonales los compongan mujeres, 29,4 %, frente al 15,8 % de hombres1. En este grupo, la viudez es el estado civil predominante a partir de los 75 años mientras que los hombres tienen mayor probabilidad de fallecer como casados1.

La red social de las personas mayores disminuye y se reduce la frecuencia de contactos más que por la red familiar, por motivos relacionados con el declive en la salud y la pérdida de amistades y allegados31. Debido al histórico rechazo social35, las personas mayores LGTBI pueden tener menos relaciones familiares que compensan con redes de apoyo alternativas (amistades, etc.)36. Estas relaciones son más difíciles de mantener en etapas tardías de la vida, lo que hace que esta comunidad tenga actualmente mayor probabilidad que la población general de vivir sus últimos años solos36.

Las personas que se sienten solas son menos felices y se manejan peor ante la discapacidad o tras un alta hospitalaria, acuden más a los servicios sanitarios y consumen más medicamentos32. Los datos apuntan a que el aislamiento social y la soledad aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, problemas de salud mental30,32 e incluso aumentan el riesgo de mortalidad si no se mantienen conexiones con los amigos y familiares más cercanos de manera periódica37. La falta de conexiones sociales conlleva un riesgo para la salud que es comparable, y en algunos casos supera al de otros factores aceptados como fumar hasta 15 cigarrillos, la obesidad, la falta de actividad física o la contaminación del aire38,39. Podría deberse a un peor manejo del estrés o a la adopción de hábitos dañinos (no alimentarse adecuadamente o adherirse menos a los tratamientos médicos)30. Ante esta realidad, el personal experto sugiere preguntar por la soledad de manera sistemática en las consultas médicas.

En Reino Unido se ha comprobado que olvidar a las personas en soledad no deseada cuesta al país unas 9.500 libras anuales más por persona que si hubieran sido debidamente atendidas y acompañadas35. En España, se calcula que los costes tangibles asociados a este fenómeno ascendieron a 14.141 millones de euros en 202132. Para abordar este problema, tanto Reino Unido como en su día Japón crearon Ministerios para la Soledad40. El primero cuenta con una estrategia contra la soledad desde 201841 y una campaña para acabar con ella42. En Francia, la iniciativa Mona Lisa (Movilización Nacional contra el Aislamiento de los Mayores) implica a distintas capas sociales con este objetivo43. En España, el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 trabaja desde 2021 en una Estrategia Nacional contra la Soledad No Deseada44. Por su parte, la Fundación ONCE ha puesto en marcha el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada45. También existen estrategias a nivel autonómico y planes municipales para luchar contra este fenómeno46–49.

Se requieren más estudios para conocer qué intervenciones son las más efectivas, aunque algunas investigaciones apuntan a las grupales y participativas50. Entre estas, la comunidad experta recomienda las acciones preventivas y el papel de los voluntarios, por ejemplo, en la formación de redes vecinales, pues indican que la soledad requiere acompañamiento afectivo, no pagado, al ser una percepción subjetiva compleja51.

Economía

En la jubilación los ingresos pasan a basarse principalmente en pensiones, rentas, prestaciones sociales y en la transferencia intergeneracional de patrimonio9. En España, el riesgo de pobreza de los mayores de 65 años se sitúa en el 18,7 %52, 1,9 puntos por encima de la media europea, pero por debajo del riesgo medio en España (20,4 %)52 y a bastante distancia del riesgo de pobreza en menores de 16 años (27,7 %)52. Esta circunstancia es más probable para personas que tuvieron bajos ingresos, interrumpieron su carrera laboral o trabajaron a tiempo parcial o por cuenta propia53. Algunos de estos supuestos son comunes en las trayectorias profesionales de las mujeres de la Unión Europea, cuyas pensiones son de media un 29,5 % más bajas que las de los hombres53. Los migrantes también pueden tener mayor riesgo de pobreza en la vejez, puesto que generalmente han cotizado menos años en el país53.

En la otra cara de la moneda, en España la riqueza neta alcanza su máximo en la población entre 65 y 74 años, dato que aumentó en este grupo en el período 2017-202054. En los mayores de 65 años también se dan los porcentajes más bajos de carencia material55. Además, según datos de 2017, en España, el 89,2 % de los mayores de 65 años son propietarios de una vivienda56.

A pesar de que el consumo más bajo se observó en los hogares unipersonales de mayores de 65 años57, las personas mayores también suponen una fuente de nuevas actividades económicas. Por ejemplo, en 2022 el 39,4 % de mayores de 65 años viajó mayoritariamente por España58. Además, en 2019 España recibió 8,2 millones de turistas mayores59. La llamada “economía plateada” también puede ampliar mercado en el campo de los cuidados y las tecnologías de apoyo, la cosmética y la moda, la cultura, la movilidad y la banca53,60. Se prevé que crezca al 5 % anual hasta alcanzar los 5,7 billones de euros en 202553.

En el plano de la economía plateada no remunerada, las personas mayores a menudo son un apoyo económico, asistencial y emocional para sus familiares. Por ejemplo, casi la mitad de los mayores de 65 años ha ayudado económicamente a sus parientes61. También se implican en otras tareas: entre los que prestan ayuda de forma habitual a sus familiares (28,2 %) más de la mitad declaran dedicarles entre 2 y 10 horas semanales61. En la Unión Europea, según datos de 2018, el 14,9 % de las familias cuentan con los abuelos para el cuidado de los nietos62. En España, con datos de 2015, alrededor del 35 % de los mayores de 65 años cuida a sus nietos al menos varios días por semana63. Además, casi una cuarta parte de los cuidadores de personas mayores tiene más de 65 años y cuida de sus ascendientes64. También, ante rupturas de pareja o situaciones de necesidad, un 8 % acoge a sus familiares en casa61. Asimismo, fuera de la familia, las personas mayores contribuyen al incremento del capital social mediante su participación en organizaciones de voluntariado65.

Entorno

Un entorno respetuoso con las personas mayores es clave para favorecer el envejecimiento activo, puesto que alienta su participación en la sociedad, favorece su salud y les proporciona seguridad66. Además, redunda en beneficios para toda la comunidad puesto que, entre otros factores, ofrece ciudades limpias, seguras, transitables, con espacios verdes, rampas, aceras lisas, lugares para descansar, edificios accesibles, baños públicos y transporte asequible y regular para conectar las áreas con más servicios53,66. Además de las mejoras urbanísticas, también es necesario crear un entorno social propicio9,66.

Por otra parte, es necesario tener en cuenta que en municipios pequeños, donde el porcentaje de personas mayores suele ser superior a la media debido a la emigración de los jóvenes y a la calidad de vida en un entorno pequeño, los servicios sociales y sanitarios para mayores están infrarrepresentados67 y esto dificulta el cuidado en el domicilio cuando aparece la dependencia68.

Brecha digital

En España, la Carta de Derechos Digitales recoge el derecho de todos a acceder a entornos digitales y promover políticas públicas que reduzcan la brecha de acceso y fomenten la participación en asuntos públicos69.

A pesar de las dificultades de acceso a internet en el grupo de mayores de 75 años, que también se han reducido en 20221, el porcentaje de usuarios mayores de 65 años sigue aumentando70 y alcanza el 60 %. El estrechamiento de la brecha se atribuye a la mejora de la infraestructura digital y accesibilidad de los dispositivos, a las medidas de distanciamiento social impuestas por la pandemia y a un componente demográfico, ya que los actuales mayores de 65 años ya habían utilizado internet previamente1.

Aun así, en España, casi tres de cada diez personas mayores que no usan internet aseguran que no han podido hacer alguna tarea administrativa cotidiana porque no había opción de asistencia presencial70. Además, casi el 77 % no son usuarios de banca online70. Ante la llamada de atención de las personas mayores y otros grupos, las patronales bancarias han suscrito un protocolo, que podría extenderse a otros ámbitos, con medidas para garantizar su inclusión financiera y la atención presencial o telefónica71.

En el desarrollo de nuevas tecnologías, es conveniente contar con la opinión de las personas mayores usuarias, ya que algunos estudios apuntan que la mayoría se sienten más cómodas usando las tecnologías que emplearon frecuentemente entre los 10 y los 25 años, que es la etapa en que se crean los modelos mentales de cómo funcionan las herramientas o dispositivos72. Por otro lado, más del 60 % aduce falta de formación o interés para conectarse70.

Factores biológicos y sociosanitarios

Mientras que las etapas y los tiempos de desarrollo están orquestados genéticamente y son prácticamente idénticos en todos los seres humanos desde la concepción a la edad adulta, a partir de los 30 años el envejecimiento aumenta la heterogeneidad73.

Bases biológicas

El envejecimiento ocurre en todos los organismos tras alcanzar la madurez reproductiva y terminar su crecimiento73. Se trata de un proceso multifactorial que resulta de la disminución de energía para mantener el funcionamiento celular74. Esta pérdida de capacidad fisiológica resulta en signos reconocibles75. Los denominados pilares del envejecimiento se manifiestan con el tiempo y pueden acelerarse, frenarse o revertirse de forma experimental75. Se resumen en:

Acumulación de lesiones genéticas en el ADN. Derivan de la exposición celular a agentes externos, como sustancias químicas, radiación o determinados agentes biológicos. Los mecanismos celulares encargados de reparar el daño genético pierden eficiencia con la edad, lo que permite que se acumulen las mutaciones y se acelere el envejecimiento75.

Acortamiento cromosómico. Los cromosomas terminan en unas secuencias repetitivas (telómeros) que los estabilizan e impiden que se fusionen entre sí76,77. Sin embargo, estas secuencias se acortan en cada división celular debido a la incapacidad de la mayoría de las células para copiarlas por entero78. Este acortamiento supone un daño persistente que puede inducir la muerte celular e impone un límite al número de veces que las células pueden dividirse76,79.

La reducción telomérica se asocia a la edad y la velocidad con que ocurre predice la esperanza de vida en múltiples especies80,81. Los hábitos de vida que causan daño en el ADN aceleran el acortamiento cromosómico, al fomentar la división celular para remplazar las células dañadas79,82,83. Esta reducción también se vincula a algunas enfermedades, que se han tratado en ratones activando la expresión de una enzima capaz de alargar los telómeros y mantener su longitud (telomerasa)84,85. Aunque la activación sistémica de la telomerasa en algunos modelos de ratón aumenta la incidencia de tumores86, su expresión específica en determinados tejidos no aumenta el riesgo de cáncer84,85,87. Además, se ha demostrado que la terapia génica con telomerasa no aumenta la incidencia de cáncer ni siquiera en modelos de ratón genéticamente predispuestos a desarrollarlo88. Actualmente hay empresas españolas y extranjeras encaminadas a testar la terapia génica con telomerasa en ensayos clínicos89.

Cambios en la expresión génica asociados a la edad. Las directrices celulares se emiten mediante la expresión génica, que se modula a través de diversas estrategias que también se alteran con el paso del tiempo. Estas alteraciones afectan a procesos que están desregulados con la edad, como la inflamación75. Además, la emisión de estos mensajes se acelera con el paso del tiempo, lo que conduce a una mayor tasa de errores en las instrucciones genéticas y abre la puerta a intervenciones o tratamientos que ralenticen el proceso90.

Por otro lado, las modificaciones que experimenta la expresión génica durante el desarrollo pueden ser reversibles. Así, las células maduras pueden modificarse genéticamente para reprogramar su expresión génica y recuperar información perdida91; la reprogramación consigue que rejuvenezcan y recuperen propiedades similares a las de las células madre o células embrionarias, con capacidad para generar distintos tipos celulares y reparar tejidos75,92. Actualmente las células reprogramadas se utilizan para desarrollar modelos de enfermedades complejas y para mejorar la capacidad de diagnóstico. En el futuro podrían llevar a nuevos tratamientos, por ejemplo, en enfermedades de la retina93,94.

Proteínas defectuosas y otros desechos celulares. Aquellas proteínas incompletas, mal plegadas, con errores, dañadas, o que han terminado su función deben ser reparadas o eliminadas para garantizar el buen funcionamiento de las células. De lo contrario, se acumulan y llegan a formar agregados o placas que se encuentran con frecuencia en cerebros envejecidos y en enfermedades como el alzhéimer, las cataratas o el párkinson75. También es importante eliminar otros componentes celulares de mayor tamaño, como mitocondrias u otros orgánulos, que han dejado de funcionar bien. La eliminación y reciclaje de las proteínas y otros componentes celulares dañados mediante procesos más o menos selectivos se denomina autofagia95. La actividad de autofagia decae con la edad y promueve el envejecimiento75. En este sentido, activarla de forma selectiva por medios farmacológicos ha logrado atenuar la patología en dos modelos de ratones con enfermedad de Alzheimer96 y rejuvenecer y mantener la funcionalidad de las células madre sanguíneas humanas y de ratón97. Algunas moléculas activadoras de la autofagia son la espermidina95,98 y la metformina99. En la misma línea, el ejercicio, el sueño y la restricción calórica así como otras intervenciones dietéticas que introducen períodos de ayuno, también activan la autofagia95, según se ha demostrado en modelos animales75. Algunas, como la restricción calórica, que alarga la vida en ratones, ofrecen resultados prometedores en humanos, aunque todavía no se cuenta con datos de longevidad75.

Desregulación metabólica. El metabolismo cambia con el paso del tiempo. Mientras que en la juventud la disponibilidad de nutrientes y las reacciones anabólicas contribuyen al crecimiento, en la edad adulta el exceso de nutrientes favorece la inflamación, la inhibición de la autofagia y el envejecimiento75. Una posible intervención, probada en modelos animales, consiste en modular de manera farmacológica los componentes celulares implicados en evaluar y señalizar la disponibilidad de nutrientes75. Otra opción es la restricción calórica, como se indicaba en el punto anterior.

Mitocondrias defectuosas. Las mitocondrias se encargan de producir energía. Su deterioro puede alterar esta función y también provocar inflamación y muerte celular, lo que contribuye progresivamente al envejecimiento75. Paradójicamente, comprometer la función mitocondrial de manera reversible puede generar reacciones beneficiosas que aumentan la longevidad en algunos modelos experimentales75.

Pérdida de la capacidad de regeneración de tejidos. Eliminar las células senescentes alarga la vida de ratones y tiene efectos terapéuticos en modelos animales de varias enfermedades75. Sin embargo, el sistema inmune, con la edad, es menos eficiente eliminando células senescentes100 y se acumulan. Actualmente se han completado o están en curso varios ensayos clínicos para evaluar los efectos terapéuticos de varias moléculas dirigidas a eliminar células senescentes de manera específica (senolíticos) en distintas enfermedades101.

Por otro lado, las células madre están sometidas a los mismos factores de estrés que el resto de las células y se deterioran con el tiempo. Su pérdida de función disminuye directamente la capacidad de renovar y reparar tejidos y es causa de envejecimiento75. Como se ha mencionado, la reprogramación celular puede rejuvenecer células maduras y restaurar su potencial.

Alteración de la comunicación celular. Con la edad, los defectos generados en células individuales acaban afectando a la señalización y coordinación entre células, lo que provoca alteraciones sistémicas. Por ejemplo, una trasfusión de sangre de ratones envejecidos a ratones jóvenes causa síntomas de envejecimiento102 mientras que factores en la sangre de ratones jóvenes logran restaurar la capacidad de renovación y reparación de tejidos en los ratones mayores103.

Inflamación crónica. Muchos de los desequilibrios mencionados generan inflamación sistémica, que va aumentando con la edad y genera diversas patologías, como la osteoartritis o la aterosclerosis, y el declive de la función inmunitaria75. Se han estudiado muchos ejemplos de tratamientos antiinflamatorios que han mejorado la salud y alargado la longevidad de ratones. Algunos compuestos se están probando en ensayos clínicos75,104.

Alteración de la microbiota intestinal. La flora intestinal no solo ayuda a digerir los alimentos, sino que también protege de patógenos, produce sustancias beneficiosas y se comunica con el sistema nervioso central y periférico105. Si se rompe esta comunicación bidireccional se fomentan patologías como la diabetes. Con la edad, la comunidad microbiana va cambiando y pierde diversidad. Se han estudiado diversas intervenciones (probióticos, trasplantes fecales) que confirman el vínculo entre la edad y los desequilibrios. Asimismo, las investigaciones señalan los beneficios de mantener una microbiota propia de organismos jóvenes para cuidar la salud de órganos tan alejados como el cerebro o el sistema inmune y alargar la vida75,106,107.

Según el personal experto, se trabaja intensamente a nivel internacional para retrasar o revertir el envejecimiento y conseguir curar las enfermedades degenerativas asociadas. El objetivo es vivir con más salud hasta el fin de la vida.

Prevención de enfermedades crónicas y factores socioeconómicos para vivir más años con salud

El envejecimiento por acumulación de daños moleculares y celulares varía considerablemente entre individuos de la misma edad. Aunque parte de la variabilidad se debe a la herencia genética, la heterogeneidad corresponde en su mayoría a otros factores como el género, el estilo de vida (si se adoptan hábitos protectores, como llevar una dieta saludable, o se evitan conductas de riesgo, como fumar), factores socioeconómicos o el padecimiento de enfermedades crónicas como la diabetes, la artrosis, la insuficiencia cardíaca y el deterioro cognitivo9.

A pesar de que las mujeres son más longevas, la esperanza de vida en buena salud a los 65 años es ligeramente inferior para ellas (11,6 años para hombres versus 11,5 años para las mujeres en 2020)108, lo que indica que ellas viven más años, pero con peor salud y más limitaciones109. En España y otros países, mientras que la tasa de mortalidad en hombres suele ser más alta en casi cualquier grupo etario110, las mujeres pasan más tiempo de su vida con morbilidad crónica111, una peor percepción de la propia salud112 y dificultades cognitivas113, como demencia, incluyendo enfermedad de Alzheimer114. Un estudio con la población de Inglaterra predice que, si continúan las tendencias actuales, la esperanza de vida sin dependencia aumentará en hombres y disminuirá en mujeres115. La diferencia puede deberse a factores biológicos (protección hormonal, genética), de comportamiento (hábitos saludables o conductas de riesgo) y sociales109. Con relación a estos últimos, en España se ha observado que pasan más años con peor salud las mujeres con niveles educativos más bajos113. Tener un alto nivel educativo también se asocia en toda Europa con una menor probabilidad de deterioro de salud116 mientras que es menos probable que recuperen la robustez aquellos con pocos estudios117. De igual manera, se ha observado que aquellos con un nivel educativo más alto participan más en actividades de envejecimiento activo, como el voluntariado, el trabajo remunerado o el cuidado de los nietos118. Los investigadores proponen que este mayor grado de actividad podría contribuir a explicar los mejores niveles de salud entre los más formados y apuntan la utilidad de dirigirse a los grupos con menor nivel educativo para estimular el envejecimiento activo118.

En esta línea y analizando datos en España, se observó que a los 50 años los hombres con puestos directivos tenían 10 años más de esperanza de vida que aquellos con trabajos rutinarios, diferencia que ascendía a 11 años en el caso de las mujeres119. La esperanza de vida también varía entre comunidades autónomas120 e incluso se diferencia en varios años entre distritos dentro de las grandes ciudades121,122. Estos datos ponen en evidencia la relevancia de la desigualdad social y resaltan el papel del entorno, el vecindario y la comunidad en el envejecimiento saludable.

Prevención de la fragilidad

El envejecimiento saludable depende de la capacidad intrínseca (las capacidades físicas y mentales de un individuo), y del entorno, que condiciona esa capacidad9. De la interacción entre lo que la persona es capaz de hacer y lo que le demanda su contexto, surge o no la discapacidad123. Si se produce una situación de estrés biológico o social (una enfermedad, la pérdida de un ser querido, un cambio de domicilio, etc.) que deje la capacidad del individuo por debajo de los retos del entorno, aparece la discapacidad, que puede llevar a la dependencia123. Las posibilidades de recuperarse de una discapacidad establecida son escasas124,125 por lo que en las últimas décadas se ha puesto énfasis en actuar en las etapas precoces del proceso, en la denominada fragilidad, para evitar la discapacidad o retrasarla126,127. La fragilidad127 es un estadio reversible donde la persona es vulnerable pero no presenta discapacidad. Para evaluarla, en España se ha descrito y validado la Escala de Rasgo de Fragilidad 5 (FTS5, por sus siglas en inglés), que mide 5 características (índice de masa corporal, grado de actividad física, velocidad de la marcha, fuerza de prensión y equilibrio), diagnostica en pocos minutos el grado de fragilidad y permite monitorizar su evolución128. Si se cumplen ciertos parámetros y la persona es diagnosticada como frágil o pre-frágil, pueden prescribirse diferentes intervenciones, como programas de ejercicio multicomponente (resistencia, fuerza, coordinación, equilibrio y flexibilidad)129, modificar la nutrición, o el manejo de enfermedades crónicas de manera personalizada por indicación de profesionales sanitarios y, en especial, por el geriatra (Ver Cuadro 1)130.

La prevalencia de la fragilidad en España es del 18 % en mayores de 65 años, con variaciones de entre 2,5-6 % en las personas de 75-80 años y entre un 18-38 % en los mayores de 85127. Además de los efectos en la calidad de vida individual, la fragilidad es mejor predictor de gasto sanitario que la edad o la comorbilidad per se131. En España se estima un coste cercano a los 2.500 euros al año por cada persona frágil, el doble del coste imputable a las personas robustas127,132. Por su parte, un estudio con más de 6 millones de participantes residentes en Estados Unidos identificó que la población de personas mayores frágiles (un 8,6 % del total), era responsable de más del 40% del gasto, del que la mitad sería prevenible133,134.

Por su parte, la Unión Europea desarrolló la Acción Conjunta ADVANTAGE, centrada en fragilidad, con la participación de 22 Estados Miembros y 38 organizaciones y liderada por España. Su objetivo fue definir una estrategia común para Europa, que abarca la prevención, detección, evaluación y manejo de esta condición126. El documento de consenso del Ministerio de Sanidad sobre prevención de la fragilidad se basa en sus conclusiones127.

Cuadro 1. Geriatría

La geriatría es una especialidad transversal no centrada en el órgano a tratar sino en la persona mayor de 65 años que puede presentar varias enfermedades y cuya evolución está condicionada por factores psíquicos o sociales135. Además de en la enfermedad, sobre todo, pone énfasis en la autonomía funcional. Atiende holísticamente al enfermo mayor en todas las facetas y coordina las pluripatologías concertando especialistas, atención primaria y servicios sociales123.

En España la especialidad está reconocida desde 1978136. En el Sistema Nacional de Salud hay un número similar de geriatras y alergólogos137. Mientras que hay 167 pediatras por cada 100.000 menores de 15 años, se cuenta con 16 geriatras por cada 100.000 personas de 75 o más años137. En un informe reciente, el 75 % del personal experto encuestado declaró que la geriatría era una especialidad con déficit de médicos137. Tanto es así que en algunas comunidades autónomas no hay geriatras137. Según el personal entrevistado, la falta de geriatras se intenta compensar con los internistas, que también asumen la atención integral del paciente mayor con patología aguda, aunque no suelen abordar los aspectos funcionales y sociales. Cuando ambas especialidades coinciden trabajan en estrecha colaboración. La implantación de la geriatría también es desigual en los distintos países europeos138.

Respuesta al envejecimiento de la población

Adaptación del sistema de pensiones

Las pensiones son la principal fuente de ingresos para la mayoría de las personas mayores12. En 2023, la pensión de jubilación media alcanzó en España los 1.375 euros mensuales1. Aunque hay diferencias entre comunidades autónomas, en todos los casos la cuantía media supera los 1.000 euros1. Según el personal experto consultado, además de un seguro contributivo, las pensiones son el principal instrumento redistributivo contra la desigualdad de ingresos139. Ante el cambio demográfico, para que las pensiones sean justas, adecuadas y sostenibles, la Comisión Europea propone varias medidas a los distintos países: podría prolongarse la vida laboral (como en otros países europeos140, la edad de jubilación se alcanzará a los 67 años en España en 2027, 65 si se ha cotizado por un período mínimo de 38,5 años141), establecer regímenes flexibles de jubilación, limitar las jubilaciones anticipadas, ampliar el acceso a las pensiones a más tipos de trabajadores, modificar el período de cómputo o aumentar las cotizaciones máximas53. En este contexto, en España se acaba de aprobar un nuevo marco de sostenibilidad del sistema público de pensiones, que incluye un aumento progresivo de las bases máximas de cotización y la opción de calcular con distintos parámetros el período de cómputo142.

Además de fomentar la sostenibilidad del sistema, el trabajo y el voluntariado favorecen el envejecimiento saludable y activo de la población que desee y pueda seguir trabajando9. El personal experto recomienda eliminar normas discriminatorias que fuercen a abandonar el puesto de trabajo a determinada edad.

Adaptación del sistema sanitario

La llegada de los antibióticos, el cambio en los estilos de vida y la mejora de las condiciones socioeconómicas conllevaron una transición en el tipo dominante de problemas de salud, con el descenso de las enfermedades agudas transmisibles y el aumento de las crónicas143, más prevalentes en las personas mayores (77,6 %)144. Así, los cambios demográficos probablemente aumentarán la demanda de servicios sanitarios53. Por ejemplo, en la población inglesa se prevé que suba el número de personas independientes en los próximos 20 años, pero también se estima que aumentará el número de personas que requieren cuidados complejos, ya que más individuos superarán los 85 años, donde la prevalencia de demencia, dependencia y comorbilidad es mayor115,145. Aunque las proyecciones de aumento de gasto varían, todos los escenarios contemplados por la Comisión Europea prevén que el aumento de los costes sanitarios en España sea superior a la media de la Unión146. Sin embargo, los modelos destacan que no es el envejecimiento de la población el principal responsable del aumento del gasto, sino los años de vida en mala salud y con deterioro funcional146. Así, el incremento del coste sanitario en España puede reducirse prácticamente a la mitad si el aumento de la longevidad de la población viene acompañado de buena salud146. Es un factor clave para lograr la sostenibilidad del sistema y reducir el impacto que causan el deterioro funcional y las enfermedades crónicas147. De hecho, los problemas crónicos, que aunque afectan en porcentajes considerables a otros grupos de edad afligen sobre todo a las personas mayores148, suponen un 70-80 % del gasto sanitario en Europa y son, en gran medida, prevenibles149.

Las estrategias de prevención de la cronicidad y la fragilidad destacan el papel de la atención integral, coordinada y continuada en estas actuaciones127,149. Entre otros, se recomienda reforzar la atención primaria y los servicios de geriatría y fortalecer el papel del personal de enfermería en la valoración integral y sistemática de mayores de 75 años. Asimismo, es necesario implementar opciones tecnológicas para monitorización de pacientes y para mejorar la comunicación entre profesionales sanitarios, así como coordinar mejor la atención social y sanitaria127,144. En este sentido, el informe de evaluación de la Estrategia de abordaje de la cronicidad recoge la necesidad de continuar y mejorar el acceso a hospitales de cuidados intermedios144, viables para recuperar la función perdida (por ejemplo, estancias de unas semanas para recuperarse de una fractura de cadera) siempre que estén bien dotados de recursos y conectados con el resto de servicios, como los hospitales de agudos y sus servicios de geriatría, la atención primaria y los servicios sociales150. Algunos estudios recomiendan implantar unidades de agudos de geriatría en los hospitales generales y unidades geriátricas de cuidados intermedios en las distintas demarcaciones sanitarias151,152. Por su parte, los nuevos modelos proponen el tratamiento de la cronicidad desde el domicilio con el apoyo del sistema sanitario y la tecnología (ver sección Tecnologías de apoyo más adelante).

Un estudio que analiza el gasto sanitario público en España apunta que un mayor gasto se asocia con más años vividos en buena salud, lo que resalta la importancia de la gestión sanitaria en la prevalencia y prevención de enfermedades153.

Cuidados de larga duración

Quién cuida

Los cuidados de larga duración son las actividades realizadas por otros para asegurar que personas que han perdido capacidad intrínseca (o tienen riesgo de perderla), puedan mantener un nivel de habilidad funcional consistente con sus derechos básicos, libertades fundamentales y su dignidad humana9.

Mientras que en países como Dinamarca o Suecia, el cuidado depende en mayor medida de profesionales, en España y otros países como Italia y Corea tiene mayor peso el cuidado familiar no remunerado154, que depende mayoritariamente de mujeres (73,6 %), en su papel de parejas o hijas64. En edades avanzadas, como consecuencia del aumento de la esperanza de vida, se aprecia una incorporación paulatina de los hombres al cuidado en su condición de parejas155. Respecto a la edad, en España el 46.9 % de cuidadores tiene entre 50 y 66 años y están por tanto en edad laboral64.Con datos de 2018, el 10,2 % de las mujeres encuestadas declaraba haber interrumpido su trabajo para dedicarse a labores de cuidado, frente al 3,8 % de los hombres1.

La incorporación de la mujer al mercado laboral, los cambios en el modelo familiar y la prolongación en el tiempo de la etapa de cuidados, que puede superar los 10 años, sobre todo, en caso de demencias o enfermedades similares, dificulta la posibilidad de abordar esta necesidad en el ámbito familiar y genera una importante demanda de cuidado profesionalizado145,155. La Estrategia Europea de Cuidados estima que en 2050 la Unión necesitará sumar 1,6 millones de trabajadores para mantener la misma cobertura67. Además, se prevé que el cuidado se complejice, por lo que crecerá la demanda de trabajadores formados en el manejo de enfermedades crónicas y demencias115,145. En España y otros países europeos como Chipre y Austria, la atención domiciliaria la proveen principalmente trabajadoras inmigrantes encargadas también del trabajo doméstico, sin formación para el cuidado156. Uno de los obstáculos para el desarrollo de empleos en el sector es la provisión de servicios no declarados, que se estima puede ascender al 70 % del total de trabajo doméstico y de cuidados en España e Italia157,158. Informes privados estiman que la economía sumergida afecta a más del 30 % de las cuidadoras159, lo que puede llevar a situaciones de abuso y a la pérdida de oportunidades de formación158,160.

Con datos de 2021, se estima que 452.026 personas trabajan de manera remunerada en atención a la dependencia en España. De ellas, el 77,4 % son mujeres. Lo más habitual es que tengan contrato indefinido a tiempo completo (38,82 %), seguidos por los contratos eventuales a tiempo completo (20,16 %), los indefinidos a tiempo parcial (20,04 %) y el eventual a tiempo parcial (18,66 %). Suelen tener al menos estudios secundarios161.

El sector de los cuidados de larga duración, tanto domiciliarios como en residencias, tiene salarios bajos en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y tiene dificultades para competir con el sector de la salud en atracción de trabajadores. En España el 9 % del personal de cuidados está buscando otro empleo, porcentaje que desciende al 2 % en el sector hospitalario158. Ante la falta de cuidadores profesionales, el personal experto recomienda no solo mejorar las condiciones salariales sino ofrecer otro tipo de beneficios y formación para que el trabajo de cuidador resulte atractivo y aumente su consideración social.

El cuidado debe basarse en los principios del buen trato162,163. No obstante, algunos estudios apuntan que el 10 % de las personas mayores sufre abusos e identifican el apoyo social como un factor protector164,165. El contacto con los profesionales sanitarios o de servicios sociales es una buena oportunidad para detectar situaciones de abandono, abuso físico, psicológico, sexual o financiero e implicar a un equipo interdisciplinar para resolver el caso166. La Unión Profesional propone la creación de un perfil cualificado y colegiado que, desde una profesión relacionada y con un extra de formación, gestione las necesidades de las personas mayores y coordine desde el ámbito privado los servicios profesionales necesarios167.

Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD)

Con la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía y Atención a las personas en situación de Dependencia (LAPAD) se creó el Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD), enmarcado en los servicios sociales y no en la seguridad social, como reclaman algunos expertos161,168. Según la comunidad experta, la gobernanza del SAAD es compleja y conviene simplificar el sistema normativo para resolver las ambigüedades competenciales y la normativa prolija y desigual161. El SAAD está regulado por la Administración General del Estado, el Consejo Territorial, las comunidades autónomas y las entidades locales, estas últimas con limitadas competencias, pero con una gran responsabilidad en la gestión de los servicios domiciliarios y comunitarios161.

Aunque se estima que la demanda potencial es mayor, a fecha de febrero de 2023 se benefician del sistema más de 1.860.000 personas, aproximadamente 1,5 millones con derecho a prestación64. Se estima que el gasto por persona beneficiaria en 2021 ascendió a a 8.321 euros161. Entre los solicitantes, el 63 % son mujeres. Además, más del 70 % tiene más de 65 años y de estos más de dos tercios superan los 8064.

En 2021, el SAAD se financió con un 0,82 % del PIB (10.000 millones de euros). La media europea se sitúa en el 1,7 % del PIB, aunque algunos países nórdicos y los Países Bajos encabezan la lista con partidas del 3,5 % del PIB169. El informe de evaluación del SAAD recomienda adecuar las prestaciones a las necesidades de las personas, ya que su crecimiento se está realizando con prestaciones de baja intensidad161. En general, existe consenso entre los expertos en que el gasto en atención a la dependencia debe crecer en los próximos años para hacer frente a los riesgos del envejecimiento161. Un estudio reciente apunta que un aumento del 1% en el gasto total en dependencia aumenta el PIB per cápita en un 0,20 % en el siguiente periodo y reduce el gasto sanitario en un 0,6 %170.

En los últimos años, el presupuesto de atención a la dependencia ha aumentado un 40,5 %, entre 2021 y 2020 y un 34,57 % el año siguiente161,171.

El SAAD asigna servicios y prestaciones económicas tras identificar el grado de dependencia del solicitante, determinar su capacidad económica y definir en un plan de forma precisa los servicios o prestaciones que se le otorgan. El proceso dura de media unos 338 días, pero hay grandes diferencias entre comunidades autónomas. Cuatro resuelven el proceso en el plazo fijado por ley (6 meses), algunas en menos de la mitad de tiempo. Sin embargo, las más lentas multiplican este plazo y llegan incluso a tardar 2,5 años en completar el proceso64,161.

Por otro lado, las comunidades autónomas tienen competencias para determinar las reglas de participación de las personas usuarias en algunos copagos o las incompatibilidades entre prestaciones, lo que ha generado 17 modelos distintos y diferencias según dónde resida la persona dependiente64,161.

La transformación del modelo de cuidados

Según la Estrategia Europea de Cuidado, que está en proceso de adaptarse al contexto español172, la planificación de servicios para las personas mayores debe ser integral, centrada en la persona y continuada67. La atención integral implica tener en cuenta las distintas dimensiones de los mayores (biomédica, psicosocial, el entorno)173. Además, debe ser continuada, para adaptarse a sus necesidades cambiantes, y centrada en la persona67. Esta última característica implica contar con su participación en el proceso, apreciar su individualidad, sus valores y su ambiente173. Además, según el personal entrevistado, la coordinación entre los servicios sociales y sanitarios puede agilizar la atención integral, simplificar procedimientos y mejorar la eficacia de la respuesta, como se observó durante la pandemia en otros países67,174.

Actualmente, el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 se encuentra elaborando, en consonancia con distintos colectivos, una estrategia de desinstitucionalización para las personas mayores y otros grupos175. El objetivo consiste en cambiar el modelo de cuidados para que las personas obtengan apoyos en su entorno habitual y puedan vivir más tiempo en su domicilio o incluso, idealmente, no tener que abandonarlo. Esta estrategia se alinea con la preferencia de envejecer en casa, manifestada por el 95 % de las personas mayores176. Se prevé que la fase operativa comience en 2024, aunque ya se trabaja en el cambio con acciones impulsadas desde el PERTE de Economía Social y de los Cuidados177. Para hacerla posible de manera efectiva bajo un enfoque de Atención Integral Centrada en la Persona (AICP), es necesario generar una red de apoyos diversos y flexibles en el entorno, coordinados por gestores de casos con la implicación de la administración178. Se trata de aprovechar los servicios próximos al domicilio, servirse de la teleasistencia básica y avanzada (ver más adelante), favorecer la accesibilidad en la vivienda y el entorno y ofrecer acompañamiento y apoyo psicológico y financiero a las familias cuidadoras, lo que incluye servicios de respiro para el descanso del cuidador67,173. En esta línea, la prestación económica de asistencia personal retrasa el ingreso en residencias entre 2,5 y 5,3 años, según las circunstancias179.

El domicilio puede adoptar distintas formas según la persona envejece. La oferta de alojamientos para personas mayores, que es muy diversa en otros países europeos, empieza a desarrollarse en España180. Por ejemplo, las viviendas colaborativas (cohousing)181 están presentes en varios puntos del país, aunque actualmente solo algunas comunidades autónomas tienen normativa específica para este tipo de proyectos182–184. Mientras que las viviendas colaborativas implican la participación en la gestión y actividades por parte de los residentes, otras alternativas minimizan el compromiso colaborativo180. Las opciones abarcan desde las viviendas multigeneracionales a las viviendas para toda la vida, que proveen servicios de cuidado cuando aparece la dependencia180.

Cuando avanza la dependencia y el cuidado se vuelve más complejo para ser sustentado por las familias, las personas mayores pueden trasladarse a una residencia. El modelo de asilos benéfico-asistenciales que predominaba en los años 70 se ha sustituido por un esquema residencial en el que se combina el estilo hotelero y el hospitalario185. Según datos de diciembre de 2020, España cuenta con 384.251 plazas en residencias, de las que se estima estarían desocupadas el 20-25 %1. Más del 70 % de los establecimientos son residencias privadas frente al restante de gestión pública186, si bien muchas de las primeras mantienen un número cambiante de plazas concertadas con la Administración. El 22 % del total son de gran tamaño con 100 o más plazas186, algo que según el personal experto puede dificultar el cuidado.

Aunque la competencia para acreditar centros corresponde a las comunidades autónomas, el Consejo Territorial del SAAD ha fijado en julio de 2022 los criterios comunes de acreditación y calidad de centros y servicios187. La comunidad experta señala la necesidad de aumentar la transparencia de la calidad en las residencias, para contribuir a aumentar la exigencia y mejorar el servicio188. El precio medio anual de las plazas residenciales públicas es de 20.685 €, muy similar a las privadas, pero existen grandes diferencias entre territorios, pudiendo llegar a duplicarse según las comunidades autónomas155. A estas cantidades hay que añadir la aportación del usuario, que ronda el 40 % o el 36 % según se trate de plazas concertadas o públicas respectivamente155.

La experiencia durante la pandemia de COVID-19 ha visibilizado las carencias del sistema de cuidados (ver Cuadro 2) y ha supuesto un aldabonazo para transformar el modelo y cimentarlo en la AICP, con una declaración a favor del cambio firmada por más de 1000 expertos189,190. Estos abogan por la transformación de las residencias en un modelo más hogareño para permitir que las personas residentes puedan tener una vida plena, incluso las más dependientes191,192.

El modelo AICP en gerontología se basa en cambiar la forma en la que el personal de la residencia se relaciona con las personas mayores en la convivencia cotidiana y en generar un entorno que propicie el nuevo modelo193.

La primera dimensión de cambio implica conocer a los residentes, su biografía, sus intereses, y sus valores. También requiere promover su autonomía y permitir que tomen decisiones sobre su vida cotidiana. En el nuevo modelo se evita uniformizar los cuidados (por ejemplo, respecto a la hora de levantarse y acostarse) y se trata a cada residente de manera individualizada para promover su bienestar físico y emocional, lo que incluye limitar el uso de sujeciones físicas o farmacológicas192,193. Recientemente, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología ha solicitado que se prohíba por ley inmovilizar a las personas mayores, salvo en casos urgentes, bajo supervisión médica y documentados, por un tiempo limitado194, lo que supone un paso más respecto a la instrucción que encomendaba a los fiscales la vigilancia de estas contenciones195. El nuevo modelo también busca proteger la intimidad de los residentes en sus distintas dimensiones193.

Los cambios en el entorno para promover el modelo AICP consisten, entre otros, en la planificación de actividades variadas no infantilizadas, en crear un entorno acogedor, donde los residentes tienen acceso a sus pertenencias y participan en la decoración de sus habitaciones193. Además, se procura que los residentes tengan contacto con la familia, las amistades y se relacionen con el entorno próximo. El enfoque AICP solo puede aplicarse de manera efectiva si la organización lo incorpora a sus valores, forma a sus trabajadores en este modelo y modifica su organización para ello192,193. El personal experto señala también a conveniencia de legislar la implantación de los consejos de residentes y sus familiares, órganos que garantizarían tener voz en la toma de decisiones de sus centros. Esta forma de participación es ya una realidad en Países Bajos y en algunas residencias españolas196.

Cuadro 2. Impacto de la COVID-19 en las personas mayores

En España, los mayores de 60 años representan un 22,7 % de los casos confirmados notificados de la COVID-19 (más de 3 millones en abril de 2023)197. Con una letalidad en España del 3,6 % en esta franja de edad, supusieron sin embargo más de un 90 % de los fallecimientos totales197, con porcentajes similares en otros países198.

Aquellos que vivían en residencias fueron más vulnerables y experimentaron altas tasas de mortalidad199,200. Además, debido a la situación de excepcionalidad muchos fallecieron sin acompañamiento familiar y pocas personas pudieron acudir a su funeral201. En España, el 9,86 % de la población que vivía en residencias falleció por la COVID-19 (datos hasta febrero del 2022)199,200. Países como Estados Unidos, Bélgica, Eslovenia y algunas de las naciones de Reino Unido tuvieron tasas superiores a la española, mientras que otros como Alemania (3,38 %) o Francia (7,78 %) tuvieron una menor proporción de fallecidos en residencias199,200. En la primera ola los residentes fallecidos alcanzaron el 52 % de todas las muertes por coronavirus en España. Después las medidas de control y protección (vacunas, tests, protocolos etc.) lograron un descenso hasta reducir el porcentaje al 12 % en los últimos periodos con datos199,200. La situación de las residencias, que internacionalmente se ha venido a denominar una tormenta perfecta, se derivó de varios factores202. Por un lado, la población que vive en residencias suele tener distintos problemas de salud que les hace más vulnerables a la infección y sus consecuencias más adversas202. Además, la vida en comunidad, que implica compartir espacios comunes y a veces incluso la misma habitación, dificulta el distanciamiento social, que es inviable en algunas actividades de cuidado como ayudar a vestirse o ducharse202. Por otro lado, el personal que rotaba entre plantas y entraba y salía de las instalaciones podía estar infectado y ser asintomático, lo que sumado al diseño interior, con largos pasillos, a la falta de material de protección y al desconocimiento inicial sobre la infección pudo extender los contagios202,203. A escala internacional, se ha observado correlación entre los fallecimientos en residencias y el nivel de infección en la comunidad199, es decir, que cuanto mayor era la prevalencia del virus en la población general, más fallecimientos se producían en las residencias. Este factor, entre otros, hizo que los decesos no fueran homogéneos: mientras que algunas residencias no registraron ninguna muerte por la COVID-19 o síntomas compatibles, otras registraban brotes con un alto número de contagios y mortalidad204. Otro factor de riesgo fue el tamaño de las instalaciones, pues en España se observó un mayor riesgo de muerte en las residencias de más de 100 plazas205. Además, en zonas donde los servicios sanitarios estaban más saturados por la COVID-19 (por ejemplo, algunas regiones de España, Italia, Bélgica, Estados Unidos y China), inicialmente se establecieron criterios de triaje pandémicos que primaron la atención a pacientes que se suponía vivirían más años con calidad de vida, evaluación que se basó en criterios como la edad, la autonomía o la presencia de otras patologías206–208. Estos criterios limitaron el acceso a los recursos sanitarios de las personas mayores. La comunidad de expertos sugiere reflexionar sobre la idoneidad de estos criterios para futuras emergencias206,209,210. A nivel internacional sigue abierto el debate en la comunidad científica sobre si las decisiones tomadas en diferentes países durante la primera ola de la pandemia vulneraron o no los derechos de las personas mayores que vivían en residencias211,212.

La pandemia también tuvo consecuencias negativas para los que sobrevivieron a la infección. Por ejemplo, los mayores que habían sido ingresados mostraron deterioro funcional que no se recuperaba espontáneamente con el paso de los meses. El cierre de los centros de día les impidió acceder a servicios como la rehabilitación209.

Las personas mayores no infectadas también sufrieron deterioro funcional y cognitivo debido al confinamiento201. En las residencias, las medidas sanitarias redujeron las interacciones sociales, eliminaron las actividades diarias y restringieron el contacto con familiares213,214. La prohibición de visitas, que en muchos casos se prolongó cuando la situación estaba más controlada, resultó a nivel internacional en un aumento de la soledad, trastornos del estado de ánimo, pérdida de función y una mayor prescripción de antidepresivos y antipsicóticos215. Por su parte, las familias sintieron culpa, miedo estrés y preocupación por su familiar215. Estos cambios afectaron, sobre todo, a las personas con demencia, que se desorientaron y sufrieron más síntomas neuropsiquiátricos derivados de su enfermedad216,217.

Dentro de los alojamientos residenciales, las llamadas unidades de convivencia, muy convenientes sobre todo para personas con demencia, se organizan como un hogar, en el que un máximo de quince personas, idealmente menos, conviven acompañadas siempre por sus cuidadores, que los conocen145,176,192. Este tipo de alojamiento se encuentra en Europa Occidental, en especial en los países nórdicos, y ha comenzado a desarrollarse en América del Norte. Combinan espacios privados (habitación y baño decorados con las pertenencias de la persona), con otros comunes para fomentar las relaciones, el apoyo mutuo y la inclusión social. Los cuidadores acompañan a los residentes y realizan con ellos tareas cotidianas, adoptando roles distintos a los del modelo asistencial clásico176. Los proyectos piloto implementados en España han resultado en un alto grado de satisfacción para residentes, profesionales y familiares176.

Tecnologías de apoyo

Desarrollar tecnología o reconfigurarla para adaptarla a las necesidades de las personas mayores puede mejorar su autonomía, su accesibilidad al mundo digital y su inclusión en la familia o el entorno laboral. Asimismo, son herramientas que pueden servir para facilitar su rehabilitación u otras terapias en el domicilio y mejorar el bienestar del cuidador218–222. Por otro lado, es una ayuda para el personal sanitario a la hora de predecir problemas de manera más precisa (riesgo de caídas, fragilidad o estado de salud utilizando sensores de datos vitales)223,224 e intervenir de forma temprana. Para avalar la tecnología, los expertos sugieren la certificación mediante sellos. Esto garantizaría que el producto es eficaz y también que se ha diseñado para un manejo fácil, teniendo en cuenta en el proceso a las personas mayores225.

En el grupo de las innovaciones que favorecen la autonomía, la teleasistencia permite al mayor avisar rápidamente y sin esfuerzo en caso de emergencia. Este servicio, dependiente de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, lo utilizan casi un millón de personas en España226. Por otro lado, la teleasistencia avanzada es además preventiva e incorpora domótica: permite instalar en el domicilio sensores de caídas y presencia, así como detectores de humo, gas o inundaciones, contribuyendo a un hogar más seguro y a detectar situaciones de riesgo227. Este servicio y otras opciones comerciales también pueden proporcionar dispositivos móviles con geolocalización para acompañar al usuario fuera de su domicilio228,229. La comunidad experta considera que dichas tecnologías pueden favorecer que las personas mayores vivan más años en su domicilio, si van acompañadas de servicios de respuesta atendidos por personal que actúe ante la detección del problema.

El campo de la robótica también puede ser de utilidad, aunque la percepción de los robots como cuidadores es controvertida230–232. Sin embargo, las tecnologías no se encaminan a sustituir a las personas sino a reducir su carga de tareas rutinarias automatizables. El robot se concibe como un complemento para amplificar el trabajo humano231,233,234. Debido a la heterogeneidad de situaciones, no existe un robot genérico que resuelva el cuidado, sino que se está trabajando en gran variedad de plataformas para responder a necesidades específicas230.

Por un lado, se trabaja en desarrollar robots que puedan ayudar al cuidador con tareas físicas como alimentar, duchar o vestir al usuario231. Para estos casos, se busca desarrollar robots con materiales blandos y flexibles que sean más seguros, se adapten mejor al entorno e incluso puedan autorrepararse235.

Según el personal experto, el desarrollo de los robots asistenciales sociales va más adelantado, al no requerir interacción física. Se centra en desarrollar máquinas inteligentes e interactivas que ayuden de forma social en lugar de realizar tareas231,236. Un ejemplo son los robots de compañía, que ya se usan en algunos países237. Algunos adoptan formas animales y aportan efectos calmantes similares a la terapia animal, pero no requieren cuidados ni pueden causar daño237–240. Responden al tacto, aprenden a comportarse como le gusta al usuario y, en ocasiones, entretienen.

Los robots de entretenimiento suelen adoptar apariencia humanoide y divierten con bromas o juegos231,241. Otros animan al usuario a hacerse cargo de sus tareas o a seguir un programa de ejercicios sin necesidad de establecer contacto físico236. La presencia de un robot es más divertida y motivadora que las pantallas por lo que mejora la adherencia al tratamiento233, aunque se necesitan más estudios con robots sociales para comprobar que el interés del usuario permanece a largo plazo241. Gracias a la inteligencia artificial, se están entrenando robots que no solo tienen una comunicación robusta y natural con los humanos, sino que pueden interpretar gestos, tono de voz e incluso intenciones, ofreciendo una experiencia personalizada236. De esta manera, para centrar el cuidado en la persona, los robots sociales pueden personalizarse con los gustos del usuario y ser dotados de una forma de ser que le agrade y motive241,242.

En 2017 el Parlamento Europeo propuso dotar de la llamada “personalidad electrónica” a los robots autónomos243, pero la Comisión Europea rechazó esta propuesta. Actualmente, se regulan con la legislación de cada ámbito y con la Ley Europea de Inteligencia Artificial244,245. Además de eficaces, estas tecnologías deben llevar asociados niveles de protección que garanticen un uso seguro, sencillo y respetuoso de los datos del usuario246.

Ideas fuerza

Más del 20 % de los españoles tiene más de 65 años y se espera que esta proporción aumente en los próximos 20 años. Esta población es muy heterogénea y comprende varias generaciones con necesidades diferentes y cambiantes.

El envejecimiento es un proceso multidimensional en el que influye tanto la salud y el mantenimiento de la autonomía como factores sociales y psicológicos. Se considera que el envejecimiento saludable y activo es la vía para fomentar la salud y calidad de vida de las personas mayores. Distintos factores biológicos y psicosociales facilitan o entorpecen este proceso. Por ejemplo, las personas mayores son uno de los grupos más vulnerables a la soledad no deseada, están en riesgo de sufrir discriminación por edad y algunas tienen dificultades de acceso a la tecnología. 

La investigación biológica, clínica y social está siendo fundamental para comprender cómo envejece cada individuo y se espera que contribuyan a que se vivan más años con bienestar y salud. En la esperanza de vida en buena salud influyen factores como el género y otros socioeconómicos como el nivel educativo, el tipo de trabajo o el entorno.

Los hábitos saludables y la prevención y tratamiento de la fragilidad son claves para prevenir enfermedades crónicas y discapacidad. Los estudios de la Comisión Europea destacan que no es el envejecimiento de la población el principal responsable del aumento del gasto, sino los años de vida en mala salud y con deterioro funcional. Así, el incremento del coste sanitario en España puede reducirse prácticamente a la mitad si los años ganados se pasan en buena salud.

Los cuidados remunerados y no remunerados de personas mayores dependientes siguen recayendo principalmente en las mujeres. 

Es habitual que la atención domiciliaria la provean trabajadoras migrantes sin formación para el cuidado. Se prevé que el cuidado se complejice y aumente la demanda de personal formado. Uno de los obstáculos para el desarrollo de empleos en el sector es la provisión de servicios no declarados, situación común en España y otros países que puede llevar a abusos y precarización. El sector profesionalizado de los cuidados tiene dificultad para atraer personal y retenerlo. 

La pandemia de COVID-19 evidenció las carencias del sistema de cuidados y la necesidad de transformación del modelo siguiendo el enfoque de atención integral centrada en la persona. Uno de los objetivos es que las personas obtengan apoyos en su entorno habitual y puedan vivir más tiempo en su domicilio. Cuando la dependencia aumenta y el cuidado se hace más complejo, las residencias y otros modelos de convivencia colectiva son una alternativa. 

En España, el Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia asigna servicios y prestaciones tras identificar el grado de dependencia del solicitante. Aunque su presupuesto ha aumentado considerablemente en los últimos años, la comunidad experta indica que debe incrementarse significativamente para acercarse a la media europea. También sugieren simplificar su gobernanza, acortar los tiempos para obtener prestaciones y servicios, y eliminar las desigualdades entre comunidades autónomas.

Personal experto, científico e investigador consultado*

  • Ayala, Luis. Catedrático de Economía en la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
  • Blasco, María A. Directora Científica del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Fundadora de Telomere Therapeutics y Life Length.
  • Comas Herrera, Adelina. Assistant Professorial Research Fellow en la London School of Economics. Directora del Global Observatory of Long-Term Care. Reino Unido.
  • Cuervo, Ana María. Professor y Co-directora del Aging Institute. Albert Einstein College of Medicine. Estados Unidos.
  • Díaz-Veiga, Pura. Investigadora independiente.
  • Fernández-Mayoralas, Gloria. Investigadora Científica, Grupo de Investigación sobre Envejecimiento (GIE-CSIC), Instituto de Economía, Geografía y Demografía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IEGD, CSIC)
  • García Navarro, José Augusto. Presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
  • González López-Valcárcel, Beatriz. Catedrática de Economía en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
  • Izal Fernández de Trocóniz, María. Catedrática de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid.
  • López-Otín, Carlos. Catedrático de Bioquímica en la Universidad de Oviedo.
  • Monje Micharet, Concepción Alicia. Profesora Catedrática de la Universidad Carlos III.
  • Nogues, Xavier. Jefe de Servicio de Medicina Interna Hospital del Mar Barcelona. Profesor asociado en la Universitat Pompeu Fabra.
  • Poveda Puente, Rakel. Investigadora tecnóloga en el Instituto de Biomecánica de Valencia.
  • Ramiro Fariñas, Diego. Director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (CSIC).
  • Rodríguez Cabrero, Gregorio. Catedrático de Sociología en la Universidad de Alcalá.
  • Rodríguez Mañas, Leocadio. Jefe de Servicio de Geriatría, Hospital Universitario de Getafe. Director Científico, CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES), Instituto de Salud Carlos III. Administrador único de Mg Biomed.
  • Rodríguez Rodríguez, Pilar. Presidenta de la Fundación Pilares.
  • Rodríguez Rodríguez, Vicente. Profesor de Investigación Ad Honorem. Grupo de Investigación sobre Envejecimiento (GIE-CSIC), Instituto de Economía, Geografía y Demografía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IEGD, CSIC).
  • Rojo Pérez, Fermina. Investigadora Científica, Grupo de Investigación sobre Envejecimiento (GIE-CSIC), Instituto de Economía, Geografía y Demografía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IEGD, CSIC).
  • Sánchez Lacuesta, Javier. Director del Instituto de Biomecánica de Valencia.
  • Sanchís Almenara, Mercedes. Directora de Innovación en Bienestar y Salud laboral del Instituto de Biomecánica de Valencia. 
  • Sancho, Mayte. Psicóloga consultora internacional en el ámbito de la gerontología.
  • Solé-Auró, Aïda. Profesora e investigadora de demografía en la Universitat Pompeu Fabra. Coordinadora y miembro del grupo de investigación en Sociología y Demografía (DemoSoc, UPF).  

Método de elaboración

Los Informes C son documentos breves sobre los temas seleccionados por la Mesa del Congreso que contextualizan y resumen la evidencia científica disponible para el tema de análisis. Además, recogen las áreas de consenso, disenso, las incógnitas y los debates en curso. El proceso de elaboración de los informes se basa en una exhaustiva revisión bibliográfica que se complementa con entrevistas a personas expertas en la materia y dos rondas de revisión posterior por su parte. La Oficina C colabora con la Dirección de Documentación, Biblioteca y Archivo del Congreso de los Diputados en este proceso.
Para la redacción del presente informe la Oficina C ha referenciado 246 documentos y consultado a un total de 23 personas expertas en la materia. Se trata de un grupo multidisciplinar en el que el 61 % pertenece a las ciencias sociales (sociología, filosofía, economía), el 22 % pertenece a las ciencias de la vida (bioquímica, medicina), y el 17 % al área de ingeniería y tecnología. El 91,3 % trabaja en centros o instituciones españolas mientras que el 8,7 % está afiliado en el extranjero.
La Oficina C es la responsable editorial de los Informes C

Cómo citar

Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados (Oficina C). Informe C: Envejecimiento y bienestar. (2023) www.doi.org/10.57952/q3ze-2c39

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Envejecimiento y bienestar